La ciudad sin tiempo

La ciudad posee una belleza oculta e insospechada. Los edificios están cargados de vivencias y recuerdos, son enormes contenedores de experiencia vital. Mediante la arquitectura, se puede homenajear a la memoria. La Tragedia del ser humano anida en la permanente evocación del tiempo perdido y en la dolorosa conciencia de nuestra finitud.

La estaticidad de éstas escenas transforma el estruendo de la ciudad en un remanso de exacerbada quietud. Desaparecieron los ruidos de la calle, sobre las banquetas sólo queda la limpieza extraña de un piso ajeno al tumulto, sólo objetos ensamblados en un gran rompecabezas, sólo el deseo de borrar de la memoria el pecado original y recobrar, en la ciudad sin tiempo, el pasado ideal del paraíso. Esta propuesta es una visión metafísica de escalofriante precisión. Lugares que de tan cotidianos parecen desconocidos, inventados. Es un poema posmoderno en honor a la melancolía que desnuda, desolla y despelleja a las ciudades.

La calma oculta bajo el caos, la desolación escondida en el ir y venir mecánico de la multitud, la paz anhelada cuando se cobra consciencia de la propia fragilidad en un medio que se torna agresivo al menor roce. Secuencia cinematográfica congelada donde se niega deliberadamente lo orgánico y en gran parte el desarrollo de metáforas explícitas. Esta es la eterna cuestión del arte: se omite algo para redefinir ese algo. Se establece un movimiento circular que rodea los puntos de nuestras preocupaciones para recaer en ellas justo en el momento en el que el círculo se cierra. En nuestras eventualidades citadinas, dominadas por el estrés, ocurre un movimiento similar: a la par de nuestra presurosa conciencia del tiempo, bajo la epidermis erizada, experimentamos un irrefrenable deseo de quietud. El pasar del tiempo, de la vida, es inexorable. Y esa noción de intemporalidad nos traslada a la inquietante conciencia de nuestra efimeridad y a sus manifestaciones arquetípicas: el vaivén desbordado de generaciones con preocupaciones que intentan vencer la incertidumbre, la tenaz creación de ideas y fórmulas nuevas para detener la historia, el deseo de concretar las utopías en formas de vida perfectas, inmóviles y absolutas. El hombre razona y la muerte se interpone en su búsqueda por comprender la eternidad.

Samuel Meléndrez Bayardo